lunes, 3 de marzo de 2014

SI YO FUERA UN MARIACHI
Por: Efraín Marino Jr.

El reloj marcaba algo más de la media noche, una figura gruesa y oscura se reflejaba en los charcos de la calle Cincuenta y Cuatro con Avenida Caracas, su ancho sombrero le protegía de la llovizna, encendió un cigarrillo y pude distinguir escasamente un bigote y unas patillas al estilo mexicano, completamente llenas de canas,…. era una de esas noches cuando no tienes sueño y sólo deseas conversar, pero las personas conocidas, tus amigos todos estaban en la rumba, el licor y la fiesta; y la verdad no quería nada de eso… sólo conversar, con alguien que te diga algo distinto, sin importar quien sea,…. no sé por qué le dije al conductor del taxi, que parara cerca del personaje del sombrero, que tenía un estuche de guitarra en la mano.
- ¿Serenata señor? me preguntó… me quedé pensando unos segundos, ordenando las ideas, para no confundirlo al decirle que sólo quería charlar… saqué mi carné de prensa y le dije : - “Soy periodista y me gustaría hacerle una entrevista…”
El señor se quedó mirándome de arriba abajo, tiró la colilla de cigarrillo y la pisó con una bota que parecía más texana que mexicana, pues tenía las espuelas plateadas, del mismo color de los adornos de los costados de todo su oscuro vestido de mariachi, mojado pero impecable… un moño rojo atado al cuello, rebosaba los encajes blancos de su camisa, que terminaba en un cinturón con diseños mexicanos y una hebilla gigante donde veían grabada dos pistolas cruzadas.
- ¿Cuánto me paga, por la entrevista, y que hay que hacer?, respondió algo incrédulo
Solo fue cuestión de cuadrar la tarifa por una hora, pues me dijo que ya tenía un compromiso de una serenata más tarde, para su tranquilidad le dije que podíamos charlar en la tienda de la esquina, en donde asomaba un aviso de Coca-cola.
Entramos al lugar, que era medio tienda, rockola, restaurante y droguería; saludó al tendero y nos sentamos en un rincón, en una mesa de esas que tienen las cuatro sillas pegadas al piso, el salero, la salsa de tomate y el ají en un platico.
- ¿Qué le provoca tomar? le pregunté.
- “Un tintico y un aguardiente para el frio, si no es mucho abusar”, le dije que no había problema que yo tomaría lo mismo, lo pidió con un grito, con mucha confianza.
- “¿Usted dirá patrón, que quiere saber?”, le dije que se relajara, que sólo quería escuchar su historia, que me contara alguna anécdota y que estuviera tranquilo, que me iba a reservar su nombre si eso lo incomodaba.
Tomó el cuartico de aguardiente, y le echó un chorro al tinto, luego exprimió medio limón al cóctel que acababa de preparar, me sirvió uno igual y me dijo:
- “Salud patrón, tómeselo pa´l frio, que así lo hacen en México, pero con tequila, y aquí nos tocó improvisar”…. Brindamos, nos reímos y esa fue la entrada para hablar de México, rancheras, mariachis y serenatas.
Nuestro desconocido mariachi, un señor de unos sesenta y tantos años, de los cuales había dedicado casi cincuenta a la música, era uno de esos artistas que vivía de las glorias del pasado, empezó en la música acompañando a su padre que era vocalista del primer mariachi conocido en Colombia, - “Cantaba igualito a Pedro Infante” decía, - “tanto que le apodaron “Pedrito” y él me enseñó a tocar la guitarra; cuando cumplí los veintipico, fuimos a México a un concurso de mariachis, conocí la Plaza Garibaldi y aprendí a tomar Tequila, de ese que tiene el gusanito”.
Pero a su padre lo mataron en esas tierras por un problema con unos narcos y se tuvo que venir volado, pues también lo estaban buscando a él. Sacó una foto en blanco y negro bastante descolorida y algo amarillenta, metida en una bolsita de plástico y me dijo - “Este era mi padre, Pedrito”… se sirvió otro coctel y siguió hablando.
“De ahí me tocó rebuscármela como pudiera, al principio vendía mercancía en el 12 de Agosto y tocaba en las noches, me metí con una pereirana que tenía dos hijos, pero un día que llegué borracho, discutí con ella y los hijos me cayeron, me cascaron y me robaron el plante que tenía;  entonces me abrí y no supe más de esa p….”.
Para esta altura de la charla, ya no había tinto, sino aguardiente con limón… siguió mi entrevista - ¿O sea que usted es músico porque le tocó o porque le gusta lo que hace?
- “Vea patrón la música es muy bonita, pero yo la verdad quisiera hacer otra cosa, pero no estudié por andar en este embeleco, antes le iba bien a uno, yo toqué con muchos mariachis buenos y tenía platica para mantener a una que otra novia y darme mis gustos, pero esto se ha puesto tan malo que usted no me lo va creer, toca dejar la serenata en ciento veinte mil pesos y somos seis “guevones”, a eso súmele que el de la camioneta nos quita de a cinco mil por cabeza por cada serenata, no nos queda un c….”.
Se acabó el cuartico de aguardiente y me dijo: ¿Sabe que patrón, pidamos el otro y yo le ayudo con la mitad?, le dije que no era necesario que yo invitaba, pegó otro grito y pidió otra ronda, - “sin tinto”, aclaró.
-“Esta vaina del tinto sabe bueno es con tequila, así que no inventemos y peguémosle a lo criollo”,…. se quitó el sombrero, se aflojó el moño y soltó una sonrisa, donde se pudo ver un hueco en su dentadura.
La rockola sonó la canción María Bonita, el empezó a tararearla y sacó su guitarra del estuche. Era muy bonita, negra con líneas blancas, algo rayada pero bien cuidada.
- “Le presento a mi novia, se llama María Bonita, y ya que estamos sincerándonos le cuento que es lo único que me queda y lo único que me acompaña”,… prácticamente se acabó el otro cuartico en menos de tres tragos, en una sola canción que no pudo terminar de cantar.
Una lágrima se posó en el bigote “blanquiamarillento” y siguió hablando de toda su desdicha, sin familia, sin casa, sin dinero y sin amigos, solo los compañeros que se pegan de mil pesos y son capaces de darle una puñalada por robarle una serenata, … se acordó de que tenía que tocar y me dijo:
-“Patrón, me tengo que ir”… se levantó, se limpió la nariz con la manga y me dio la mano.
-“Hoy sólo tengo esta moña y no me alcanza pagar la pensión, si no la hago me quedo en la calle, muchas gracias por la conversa”.
Pague la cuenta, dejé para el taxi, le pagué lo que acordamos y le encimé lo que me quedaba, me dio varias tarjetas de presentación y me encargó que le recomendara con mis amigos y familiares, que él les dejaba la serenata baratica y eso sí “que eran muy buenos”, me regaló un CD pirata de música ranchera, donde estaba la canción María Bonita, para que no lo olvidara y que cuando pudiera pasara a visitarlo en “La Playa”.

Llegué a mi apartamento pasadas las tres de la madrugada, y me puse a pensar en la vida de este personaje, curiosamente tenía una botella de Mexcal, que me habían regalado en Diciembre, me serví un trago y coloqué la canción de María Bonita … mi esposa sintió la música y se levantó preocupada… -¿Te sientes bien, te pasa algo? … - No te preocupes, estoy bien, es sólo que me imagino, cómo sería mi vida si yo fuera un Mariachi.